La fotografía de obras de arte es una especialidad técnica dentro de la profesión del fotógrafo. La existencia de esta especialización responde a una necesidad clara por parte de artistas, coleccionistas e instituciones, de obtener imágenes fieles a las obras originales.
Los conocimientos que requiere realizar una buena toma fotográfica a una obra de arte son múltiples. Una mala captura de la pieza puede llevar a un resultado completamente inservible e irrecuperable, y cada objeto a fotografiar es único.
Es por ello que la fotografía de obras de arte requiere un perfil especializado.
No solo se hace necesario un equipo técnico de la máxima calidad: desde las cámaras y lentes empleadas, pasando por la iluminación, hasta las pantallas y programas de edición que sirven para visualizar el resultado final. Esto es solo una parte de la ecuación.
Un buen profesional de la fotografía de obras de arte también debe entender el objeto capturado, porque solo así puede reflejar correctamente su naturaleza y ejecutar un trabajo de verdadera calidad que encierre en cada disparo toda la complejidad de la obra original.
El enfoque y conocimiento técnico dentro de la fotografía de obras de arte varía enormemente dependiendo de la disciplina o el soporte del objeto a fotografiar.
Afrontar una pintura requiere de una aproximación completamente distinta de la que exige una arquitectura, y esta a su vez de un enfoque diferente a la escultura. Dentro de cada uno de los soportes, también hay diferencias muy notables, pues no es igual una pintura antigua al óleo, que un dibujo contemporáneo sobre papel, y así sucesivamente.
Recurrir a un profesional de la fotografía de obras de arte ahorrará tiempo y recursos al cliente en todos los aspectos, obteniendo un resultado fiel desde el primer momento.
Fotografiar correctamente una pintura o cuadro no es tarea sencilla. Existen muchos factores a tener en cuenta y que resultan críticos a la hora de obtener un buen resultado.
En primer lugar, es imprescindible contar con equipos correctamente calibrados que reproduzcan el color fielmente. A menudo el equipo profesional que viene calibrado de fábrica, no está pensado para la fotografía de arte y los colores son muy vivos y llamativos.
Para la fotografía recreativa esto puede tener sentido, pero cuando hablamos de arte, las variaciones de color no solo alejan la imagen de la realidad, sino que además destruyen la propia obra, que ha sido concebida con una forma y color determinados.
Para evitar este problema, los equipos han de calibrarse mediante programas y maquinaria específica, de modo que capten la realidad de la obra desde un primer momento, evitando las diferencias de color y ahorrando una costosa postproducción.
Otro problema que existe dentro de la fotografía de pintura son las necesidades técnicas que requiere cada material, soporte, formato, y sobre todo: antigüedad de la obra.
Cuanto más nos alejamos del arte contemporáneo, mayores problemas presentan las obras. No solo debido a la degradación de los materiales, sino también a la aparición de brillos, barnices, marcos, sombras, etc. Y estos factores han de tenerse en cuenta.
Por ejemplo, es muy habitual que pinturas al óleo tengan marcos muy voluminosos que generan sombras cuando se iluminan. Otro problema habitual son los barnices o los propios tonos de la pintura. Por ejemplo, el color negro sumado al barniz genera unos brillos muy fuertes que, si no saben tratarse, pueden arruinar la toma.
Por todo esto, es muy importante contar con un profesional a la hora de realizar la fotografía de una obra dentro de las disciplinas pictóricas, pudiendo suponer la diferencia entre obtener un resultado fiel y útil, frente a uno inservible e irrecuperable.
Esto es especialmente relevante cuando se desea llevar a cabo una impresión Giclée, ya que una buena toma resaltará todos los detalles y tonos originales, resultando en una edición de mayor calidad que en muchas en ocasiones, es indistinguible del original.
La fotografía de esculturas encierra una complejidad intrínseca al propio soporte: el volumen, uno de los aspectos más difíciles de plasmar en la fotografía.
Una imagen es un elemento en dos dimensiones, y una pieza escultórica un objeto en tres. Reflejar las tres dimensiones en un medio de dos requiere de un conocimiento técnico y creativo considerable en el manejo de la iluminación.
Cada escultura requiere un enfoque radicalmente distinto y necesita de una iluminación muy concreta si se quiere mostrar el volumen en la toma. No es lo mismo afrontar una pieza que se envuelve sobre si misma, a una abierta al espacio, del mismo modo no es igual fotografiar una pieza opaca, a una translúcida. Cada variable requiere de una aproximación.
Por otro lado, una pieza con volumen sufre de un problema físico insalvable, y es que no se puede sacar enfocada en su totalidad con una sola toma fotográfica.
Debido a la profundidad, si se hace un único disparo solo puede enfocarse a una distancia (por ejemplo, en un busto enfocaríamos el rostro) quedando fuera de foco el resto (siguiendo con el ejemplo, las orejas, que están un plano por detrás del rostro). De este modo siempre se va a perder enfoque en algún punto de la obra de forma inevitable.
Sin embargo, un fotógrafo especializado puede realizar varias tomas con distintos focos (un disparo enfocando el rostro, otro las orejas, etc.), y que luego enlazará digitalmente gracias a la postproducción de modo que la obra pueda verse nítida en todos sus puntos.
Al margen de estos dos aspectos, existen muchas otras variables que afectan a la toma. Por ejemplo: los materiales de la pieza, el lugar que ocupa en el espacio, o la luz natural entre otros. Todos estos factores hacen necesario el trabajo de un profesional capaz de dar salida a todos los posibles problemas que se planteen, para así obtener la mejor fotografía.
La fotografía de arquitecturas supone la síntesis de la fotografía de pintura y escultura, porque implica dominar ambas materias si se quiere obtener un buen resultado.
Una arquitectura requiere dominar el volumen, la perspectiva, la composición, el color, la luz, el tiempo, el espacio, y un sinfín de aspectos clave a la hora de conseguir la toma perfecta. Es por ello que probablemente sea la más compleja de afrontar.
En primer lugar, una arquitectura varía radicalmente dependiendo de si es un interior o exterior. La luz y el espacio cambian, y por tanto, el enfoque necesario también.
En segundo término está la problemática de la luz. Al tratarse de una arquitectura, la iluminación profesional pierde capacidad de control, y por tanto, debe usarse la luz que suministra el entorno (ya sea solar o artificial) para afrontar la captura. Debido a esto, deben tenerse en cuenta la hora del día y las condiciones meteorológicas.
Otro problema que entrañan las arquitecturas es el tamaño. Muchas veces es necesario fotografiar una fachada o edificio de gran volumen, pero no contamos con el suficiente espacio como para alejarnos y que el objeto a fotografiar entre entero en el plano.
Debido a esto es necesario usar ópticas gran angular de muy alta calidad que no deformen la imagen, y cámaras de formato completo que no sufran recortes en el sensor.
Por último, y al igual que en la escultura, cuando se afronta una arquitectura muchas veces es necesario enfocar toda la escena por igual, y como se trata de un espacio tridimensional, esto solo se consigue realizando varios disparos con distintos focos, de modo que luego puedan enlazarse mediante postproducción para arrojar una imagen perfectamente nítida.
Las arquitecturas son uno de los mayores desafíos a los que se puede enfrentar un fotógrafo profesional debido a la amplísima variedad de situaciones que pueden presentarse, y por eso más que nunca, se hace necesario un especialista en la materia.
Los soportes digitales garantizan la uniformidad en todo el proceso del tratamiento y reproducción fotográfica siempre y cuando estén calibrados correctamente, y se revisen de forma periódica. Nuestros equipos están bajo la norma internacional ISO–Fogra, por lo que desde el primer disparo hasta la reproducción final, no hay variaciones. A esto en el ámbito profesional se lo conoce como gestión en el flujo de trabajo.
Depende de la publicación. Por ejemplo, una portada a tamaño completo de 24 x 30 cm necesitará una imagen de 30 Mb. Es muy frecuente realizar las fotografías ajustadas al tamaño final de la publicación, pero nosotros recomendamos realizarlas a la máxima resolución que admita la cámara. Esto permite ampliar la misma imagen, o realizar trabajos posteriores que requieran de mayor resolución sin necesidad de hacer una nueva toma, ahorrando costes y evitando manipular nuevamente la pieza.
A la hora de visualizar una imagen en un monitor, la interpretación del color depende de la tarjeta de vídeo del ordenador y de los ajustes que se hayan realizado en la propia pantalla. Normalmente los monitores de consumo (e incluso profesionales) no están calibrados correctamente, y se necesita instrumental adicional para llevar a cabo esta tarea. Es por ello que toda imagen que no sea visualizada en un equipo calibrado va a mostrar colores erróneos no ajustados a la realidad.