A nivel fotográfico, afrontar una obra de Cruz-Diez exige un enfoque técnico muy avanzado a medio camino entre la arquitectura y la escultura.
La obra debe poseer foco en todos sus puntos, tal como se fotografiaría una escultura, pero al mismo tiempo hay que tratar con especial cuidado el espacio, pues cualquier leve distorsión rompería la realidad de la obra, un elemento fundamental cuando se fotografían arquitecturas.
El color es el otro gran desafío. Si a medida que el espectador se desplaza la obra cambia de color, capturar ese proceso de cambio exige llevar a cabo varias capturas de una misma pieza desde distintos ángulos, y para reducir el número de estas capturas al mínimo indispensable, se requiere una precisión milimétrica a la hora de posicionar la cámara correctamente.